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Los infraternos... o los desterrados de la comunidad metacognitiva

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Confieso que esta publicación demoró en ser puesta en letras de molde porque era esencial dominar primero la furia masiva que suscitó un evento en las últimas horas del segundo semestre de la maestría en Docencia Superior. Empezaré recordando una frase que me inspiró desde la primera clase. No, no fue pronunciada por uno de nuestros profesores, sino por uno de mis compañeros, ese... el más antigüillo. (Disculpen lo tosco y el pleonasmo en la construcción gramatical del entrecomillado... pero así fue dicho). "Colegas, no trabajen en clase solos. Trabajen siempre en grupo. Esa es mi recomendación".  Soy testigo de que el trabajo grupal no es sencillo. Veo a mis estudiantes incómodos cada vez que tienen esa labor encomendada. Sin embargo, siempre, casi perpetuamente, he observado que los discentes terminan en un abrazo fraterno sinónimo de apoyo incondicional. No importa si solo financió la impresión o las fotocopias, no interesa si llegaba tarde a las reuniones de g

Hablemos de matrices

Para la segunda parte del segundo ciclo de mi maestría hemos sido condicionados a un: o terminas el proyecto en diciembre (2017) o ... terminas el proyecto en diciembre (2017). No hay opción. Cada uno de los 20 "metacognitivos" hemos ido puliendo, madurando, perfilando, mejorando, acicalando, apuntalando, abrillatando... (puedo seguir hasta el infinito...) nuestro proyecto de tesis. Hemos desarrollado capacidad de análisis y las intervenciones tienen cada vez más fundamentos científicos... ahora decimos "Profesora, según Hernández... según Pimienta, ... según Russell, ... según la última edición del Manual de APA...". Claro, aún tenemos a quien se resiste a citar y a lo mucho se apoya en antiquísimos documentos de alguna entidad transoceánica. Todos coinciden en que lo más complicado ahora es elaborar la matriz de operacionalización de las variables. Peculiar nombrecito para una tabla en la que se presenta un mapeo de cada aspecto clave de la investigación que te

No quiero citar

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En las primeras dos semanas del nuevo ciclo de mi maestría he estado reflexionando sobre la razón de ser de un profesional y, específicamente, un docente.  Tengo la suerte de estudiar con un grupo de expertos muy calificados, cada quien con un expertise muy particular y he notado en todos ellos un rasgo muy peculiar, casi perdido en el tiempo, en estos tiempos, el don de la humildad. Ese don que los hace estudiantes casi perfectos, pues tienen la mente totalmente abierta, se abren a ser tallados, algunos en mayor medida que otros, aún cuando el maestro de turno no sea de su agrado. Hace poco conversaba con la arquitecta y me decía que luego de posar sus ojos por varias horas sobre la aburrida lectura, entendió finalmente --se hizo la luz-- el porqué de tan somnífero encargo. Metacognición, le llaman. En un diálogo con la ingeniera comprendí lo mucho que le sirve a ella conocer sobre las herramientas tecnológicas, no importa si son de hace diez años. Por cierto, hace poco yo misma

Sí, como se esperaba... APA

En las 16 semanas que duró el primer semestre de mi maestría en Docencia Superior , esto es unos 34 días de sesiones presenciales, he conocido a arquitectos, ingenieros, terapeutas físicos, un cirujano dental, traductoras, una especialista en banca, una educadora, un experto en negociaciones internacionales, una bióloga genetista y una bibliotecóloga. Somos 19 estudiantes (sobrevivientes) y nos hacemos llamar "Los metacognitivos de la Docencia Superior" (al menos ya varios lo hemos comentado entre risas). Creo que hemos dado pasos importantes en nuestra formación. Las primeras clases nuestra profesora de Metodología, la doctora Mirtha Ramos, decía con tono y cara de resignación: "Tienen que leer para que puedan expresarse mejor" . Y el agrio comentario de ese momento, tiene sentido ahora. Entre todos hemos leído toneladas de tesis, papers, ebooks, libros reales, análisis, estudios, informes y un largo etcétera. Esta semana pregunté a mis compañeritos (no, no a

La taxonomía de Bloom

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Hace 69 años, en una reunión informal de pensadores educativos en Boston, surgió la idea de crear un sistema (un marco teórico) que permita organizar los objetivos de aprendizaje, para luego poder evaluarlos. Fue así que nació la Taxonomía de Bloom. Su creador fue, sí tal como lo pensaron, Benjamín Bloom , un doctor en Educación de la Universidad de Chicago que inicialmente la bautizó como Taxonomía de dominios del aprendizaje. El portal Eduteka explica con mucha sencillez y precisión los fundamentos de este interesante trabajo que ahora me toca revisar, procesar, interiorizar, pensar, comer, soñar... Y es que mi profesora, que por ahora es una suerte de asesora de tesis, me ha pedido introducirme en el remolino de enfoques de enseñanza-aprendizaje... Lo admirable de los pensadores es que no son estáticos, saben adaptarse a los cambios, no son polistel...😁... ¡¡pasan los años y sí cambian!! Entonces, los alumnos y seguidores de Bloom realizaron ajustes a su taxonomía: cambiaron

El estado del arte

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Esto es, sin duda, lo más difícil. He recopilado unas 20 tesis, otros 20 artículos, unos 10 ebooks, varios papers, speeches, informes y demás perlas y no sé por dónde empezar.  Tengo el esquema ya definido y la doctora Ramos me dijo: "Muy bien, Gina". Claro, profe, ahora solo queda desarrollarlo.  Nada más que eso. Una cosita de nada. El estado del arte  no tiene que ver con tu conocimiento cultural o artístico, no, ojalá fuera así. El estado del arte se trata de la investigación documental que permite determinar cuánto se ha investigado del tema elegido para la tesis. Es decir, ya que esta maestranda no es la única iluminada en el mundo 'mundial' y del espacio exterior que se le ocurrió el título de esta investigación, ahora toca viajar virtualmente por el infinito y más allá, buscando a cualquier incauto que se haya atrevido a pensar como yo. Y por si alguien queda con duda sobre qué quise decir, no estará de más mirar el videito de Powtoon. Tres semanas h

Un proyecto en tres intentos

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La meta es obtener el grado de maestro. Así reza el primer mensaje del curso de Metodología de la Investigación 2017-1. Al principio, todo tenía mucha anestesia. En la primera clase, la  profesora de la asignatura, Mirtha Ramos, -que dicho sea de paso nos acompañará en los siguientes 20 meses- preguntaba de manera casual, como quien no quiere la cosa: ¿Cuál sería el tema de tu tesis? Mis 23 compañeros de carpeta contestaban alegres y entusiastas, y revelaban con mirada brillante y vivaz su más anhelado proyecto de investigación. Todos salimos del aula con el pecho hinchado, orgullosos de nuestras incipientes creaciones. La segunda clase la magia se acabó. La doctora nos pedía ahora nuestras variables . Y trataba de explicarnos cómo usar la variable para hacer la monografía. No todos entendíamos. Yo no. Nos dimos de bruces contra el cemento, se nos cerró la puerta en la cara, nos caímos de poto... hubo desmayados, caídos, heridos y hasta fallecidos. Fue necesaria una clase más

Soy maestranda... ¿y ahora qué?

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Y, al principio, todo fue curiosidad.  Asimov (1986 p.4) Cuando pienso en los sucesos que han marcado mi existencia, siempre retrocedo a 2005, año en el que viví por una corta temporada en Londres . Exploraba la ciudad trepada en el Tube , siempre en Circle Line, para no perderme. Conocí Camden Town y me arrepiento mucho de no haberme animado a hacerme otro tatuaje allí. Sin duda he tenido otros momentos muy importantes, claro que sí, todos demasiado radicales: ingresé en primer lugar a la universidad, me gradué en dos carreras, empecé a trabajar, me casé, tuve un hijo, mis abuelitas se fueron al Cielo, dejé mi estable empleo... pero todos resultan periquetes comparados con el tatuaje en el espíritu que me dejó la ciudad inglesa.  Y elaboro esta corta introducción, solo para mencionar que en 2017 vivo de nuevo una experiencia casi "londoner". Estudio una maestría en la URP . Es este año en el que estoy tomando consciencia del significado de la metacognición (capa